
Cuando estaba a punto de conseguir un récord de imbatibilidad, la Federación le prohibió al arquero seguir tapando. Los equipos rivales protestaron porque consideraban que sus alas era una habilidad sobrenatural que lo inhabilitaba. El arquero se propuso acatar la orden y juró que nunca más volvería a usar sus alas. Para ello las amarró con vendas, luego con sogas, correas, las más pesadas cadenas, pero era imposible, siempre que el arquero se lanzaba sus alas se liberaban de los objetos que las ataban y los árbitros invalidaban sus jugadas.
Desesperado porque el fútbol era su vida, el arquero decidió someterse a una operación para extirparle las alas. Lo operaron pero nunca más pudo volver a tapar. Nunca más sus pies pudieron despegarse del suelo.
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