Tocó el timbre y las chicas, gracias a Kaori, nos llevaban cuatro puntos de ventaja. Yo tenía la responsabilidad del último lanzamiento. Si caía de poto sumaría una unidad, insuficiente; tenía que calcular bien y hacer que la botella cayera de cabeza —con la tapa besando el suelo—, así sumariamos los cinco puntos que nos darían la victoria.

Lancé la botella y sin querer la hice caer de tal forma que, desafiando a la Ley de la Gravedad, se quedó inclinada con el poto apoyado en la pared. Aunque las chicas no lo quisieron aceptar, nosotros habíamos ganado. Nadie les había explicado que botella que quedaba en posición diagonal valía diez puntos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario