viernes, 24 de noviembre de 2017

la calavera del caballero sangriento


Había un niño que se llamaba Leo Luján. Era el paje de la reina y tenía como ídolo máximo a Billy Zamora, uno de los caballeros del reino de Abjasia. A Billy le decían El Ejecutor porque cuando venía victorioso de un combate arrastraba las cabezas de sus rivales colgando de su sanguinario corcel. 

Un día Leo tuvo que crecer y vio a Billy enfrentándose contra las huestes de Dark Lord. El estandarte rojo-azul de Billy terminó siendo pisoteado por los caballos de Dark Lord, cuyo estandarte era el verde-marrón. Dolido por el panorama de ver a todos sus hombres muertos y mutilados en todo el campo, Billy se arrodilló frente a Dark Lord y le pidió que acabara con su vida.  

Cargando con el cuerpo decapitado de su ídolo, Leo dejó de ser paje de la reina y se entrenó noche y día, semana tras semana, mes tras mes, para convertirse en caballero abjasiano. En el año de la Furia, Leo, al mando de un nuevo ejército, partió en busca de Dark Lord y ambas tropas se enfrentaron en el mismo campo donde había sido derrotado Billy El Ejecutor.

Antes de que cayera las penumbras, Leo le asestó un golpe de espada en el pecho de Dark Lord y le partió los pulmones en dos. Tomó el caballo de su oponente y le quitó lo que llevaba como trofeo colgando en sus riendas: la calavera de Billy El Ejecutor. 

Libre de su principal enemigo, la reina de Abjasia mandó que se levantara un monumento en el campo de batalla, pero Leo no estuvo presente cuando se develó la estatua de su ídolo: partió con su ejército en pos de decapitar a sus nuevos enemigos, llevando la calavera colgando en su corcel, que parecía sonreír sediento de sangre.   

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