domingo, 25 de diciembre de 2016

La Mosca

Cada mañana la misma tortura a lo largo de una semana. Echado en mi cama recibía una visita que me atormentaba. Me daba vuelta, me revolvía, daba manotazos en el aire, pero era imposible... Esa mosca maldita, desafiante a mis arremetidas, igual se las arreglaba para posarse en mis labios, pómulos o nariz, quitándome las ganas de dormir hasta más tarde. 

Lleno de ira me levantaba, deseando aniquilarla con cualquier objeto a mi alcance. Una lucha inútil entre un ser humano torpe y un ser alado con un alto instinto de conservación que se volaba apenas intentaba asestarle un golpe, volviendo a ponerse a mi alcance como burlándose de mis intentos fallidos de acabar con su insoportable presencia. 

Abatido y resignado a levantarme temprano hasta que se agotara su tiempo de vida entre quince a treinta días, una noche me levanté a orinar y encontré a la mosca, inmutable, apoyada en el espejo del baño. Sin muchas expectativas, levanté mi chancla y le asesté un golpe seco al vidrio sin la convicción suficiente. Grande fue mi sorpresa al verla allí, inerte, aplastada y sin vida, en uno de mis intentos menos calculados. Pensé que a toda mosca, por más 'mosca' que sea, le llega su momento de terminar hecha puré.  

Ahora, si bien puedo dormir hasta más tarde, un sentimiento extraño me invade, una desazón que me pensar en que ya nadie me visita cada mañana. Me siento más solo en mi enorme cama. 

1 comentario: